Aunque la vamos a catalogar como abadía, ésta es una de las siete cervezas que tiene la denominación de origen Trappist. Abundante espuma, blanco mate, bastante compacta, que disipa lentamente hasta quedar una capa de aproximadamente un centímetro de espesor. Cuerpo de medio a pleno, color entre marrón y anaranjado, turbia aunque sin sedimentación visible, opaca y con una buena carbonatación. Aroma intenso en el que destacan la malta y, sobre todo, frutas maduras de otoño, manzanas y uvas. El sabor, intenso también, es muy equilibrado, con un contraste exquisito entre el dulzor de la malta y las frutas, el amargor de un buen lúpulo y un toque agrio de levadura. El final, largo, es seco y recuerda al de un licor (ayuda su 6,2% de alcohol), y en él, destaca el recuerdo a las frutas de otoño con un toque ligeramente ácido.
Servir en copa tipo cáliz poco fría para percibir mejor todos los matices de la que, sin duda alguna, es una gran cerveza.
Servir en copa tipo cáliz poco fría para percibir mejor todos los matices de la que, sin duda alguna, es una gran cerveza.
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