martes, 5 de febrero de 2008

Comer con cerveza


Es mucha la gente que clama al cielo cuando ante una buena comida se plantea servir una cerveza en vez de un buen vino o la más modesta agua. Parece que el "zumo de los cereales" esté relegado exclusivamente a acompañar a las tapas en la barra de un bar o refrescar los atardeceres veraniegos.


Nada más lejos de la realidad. Igual que con los vinos, en las cervezas hay una gama de sabores muy variados, desde los más fuertes a los más suaves (atención al hablar de suave o fuerte hablamos de su cuerpo, no de sus grados de alcohol), desde los más amargos a los más dulces, pero siempre habrá una cerveza que se pueda ajustar a las exigencias de su paladar.


Lo ideal al conjugar la cerveza con la comida es que una cerveza de sabor delicado acompañe a un plato de sabor delicado, y una cerveza de sabor fuerte, acompañe a un plato de sabor fuerte de modo que cerveza y comida se complementen. Hay una excepción: las comidas picantes para las cuales la cerveza, casi cualquier cerveza es ideal, porque, por ejemplo, el picante mataría el sabor de cualquier vino, cosa que no ocurre con la cerveza.


Vamos a poner algunos ejemplos de buenas combinaciones de cerveza y alimentos:


  • Mariscos de concha: una tostada irlandesa o belga. Una stout.

  • Mariscos y pescados: una pilsener o una cerveza blanca (de trigo).

  • Salchichas: una lager.

  • Carnes rojas a la parrilla o pollo: una ale.

  • Carnes rojas al horno: una porter.

  • Ahumados: ale fuerte o lager fuerte.

  • Queso: es el compañero ideal de cualquier cerveza, especialmente fuerte. Con el queso se recomienda observar la geografía, por ejemplo, con un cheddar, una negra irlandesa.

  • Pizza: cualquier cerveza suave, por ejemplo una ale o una pilsener.

  • Postres: una lambic belga de cereza o frambuesa, también una trappa.

(Muchas gracias a lalechuguilla.com por habernos permitido insertar este artículo extraído de sus páginas)


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